Introducción de mi próxima novela de ciencia ficción

 

Lo único bueno de saber tan poco sobre nosotros, nuestro planeta y nuestro universo es que los escritores podemos fantasear acerca de casi todo.

La ciencia ha ido dando la razón o convirtiendo en realidad muchas de las fantasías del pasado: aviones, submarinos, naves espaciales, clonación, monstruos mutados por el ser humano… Todo esto fue objeto de visionaria ciencia ficción. Nos falta por ver realizada una de las fantasías más emocionantes, pero la más aterradora en cuIlustración novela ciencia ficción Angeles Goyanesanto a sus posibles repercusiones: el viaje temporal.

Eminentes científicos nos vienen diciendo que es posible, e incluso nos explican diferentes medios para conseguirlo. No están a nuestro alcance todavía pero, si realmente puede lograrse, no hay duda de que, tarde o temprano, se conseguirá.

Un día vi un documental de Stephen Hawking en el que hacía un llamamiento a los hombres del futuro: si habían conseguido viajar en el tiempo debían presentarse ante él en una fecha y lugar concreto. Como nadie lo hizo, Hawking pareció sentirse más legitimado en sus afirmaciones sobre la imposibilidad del viaje temporal. Esa conclusión me pareció poco meditada (y algo vanidosa) y me llevó a reflexionar tanto como para concebir mi próxima novela.

El que nadie acudiera a la llamada de Stephen Hawking no significa, necesariamente, que nadie, en un futuro, tenga la capacidad de hacerlo. Cabe la simple posibilidad de que, para entonces, nadie se interese en él, nadie se acuerde de él. Si el viaje temporal es factible algún día, posiblemente habrá pasado tanto tiempo y habrán sido necesarios tantos genios asombrosos, que su nombre se hallará sepultado bajo los de los muchos talentos que hayan puesto las últimas piedras, quedando él y otros reducidos a una anécdota, con suerte, en algún libro de historia antigua de la física teórica, solo accesible en las bibliotecas más polvorientas. Y eso, siendo optimista.

Digamos que se me ofrece la oportunidad de hacer un viaje temporal a un lugar del pasado que yo escoja, para ver, conocer y hacer lo que yo quiera. Una de las primeras posibilidades que se le ocurre a cualquiera es conocer a algún ídolo admirado. Un líder religioso seguramente estaría a la cabeza de las peticiones. Yo optaría por una visita al rey Alulim, en Eridu, en cualquier momento de sus veiAgujero de gusano para viaje en el tiempontiocho mil años de reinado. O, más modestamente, tampoco estaría mal asistir a una charla en el foro con Sócrates. Pero, voy a recapacitar mejor. El número de posibilidades que el viaje me ofrece es infinito y tan solo puedo hacer uno. Seguro que hay mejores opciones que escucharle cosas que ya sé a ese filósofo, por mucho que le admire… Por ejemplo, podría aprovechar para mejorar mi vida actual. ¿Qué tal trasladarme al Paleolítico con un pico y llenar un saco de oro? No haría daño a nadie; nadie se iba a enterar, tampoco… ¡Esta es mi opción, no hay duda! Lo malo es que… ¿No sería la de muchos otros? Esto me lleva a preguntarme: ¿por qué queda oro en las minas actualmente si la gente del futuro podría haber viajado miles de años atrás para llevárselo sin molestias ni intromisiones? Admito que para mí es un argumento mucho mayor, en contra de la existencia del viaje temporal, que el que supone la desierta fiesta de Hawking. Pero voy a ser optimista y a ofrecer tres respuestas a la pregunta anterior:

a)      Cada cambio en el pasado abre una nueva línea temporal. No me lo invento, lo creen algunos físicos. Por tanto, tengo un yo distinto en cientos o miles de líneas temporales causadas por viajes en el tiempo. En unas hay poco oro, en algunas, nada y en otras, mucho.

b)      Para unos seres humanos que viajan de planeta en planeta a través de agujeros de gusano la riqueza mineral de la Tierra ya no ofrece ningún interés, por  lo tanto, nunca han viajado al pasado para extraer el oro.

c)      Hubo un futuro en el que existió otro preciado bien cuya identidad nunca conoceremos, pues los hombres del futuro viajaron al pasado hasta agotarlo. Al no llegar hasta nosotros, lo sustituimos por el oro. Naturalmente, esto da lugar a una paradoja (los hombres de nuestro futuro no podrán viajar al pasado en busca de un bien que nunca existirá para ellos) que solo puede resolverse suponiendo la apertura de una nueva línea temporal. Me remito a la opción “a”.

Supongamos que no soy una escritora ambiciosa del año 2000, sino el multimillonario benefactor del abnegado científico del 3000 que acaba de hacer realidad el viaje temporal. ¿Escogería visitar a algún personaje sobresaliente u optaría por mejorar el presente, moldearlo a mi gusto y darle forma, como estoy acostumbrado a hacer con mi imperio? Podría enmendar fallos históricos, eliminar problemas de raíz incluso antes de que (me) molestasen, convertirme en el (a mi juicio) anónimo salvador de la humanidad.

¿Qué habría hecho Hitler con una máquina del tiempo? Podemos imaginarlo: la “solución final” habría estado muy, muy en los inicios del “problema”. Sin protagonistas ni escribanos, la Biblia nunca se habría escrito; el judío más famoso nunca habría nacido, con todo lo que eso implica. Y, claro, la figura del genocida ya no habría tenido sentido ni para sí mismo. Nunca habría ascendido al poder, o, si otras razones le hubiesen conducido a él, nunca habría enviado a nadie en esa máquina (Vaya, ¡otra paradoja!). El mundo sería radicalmente distinto, pero nunca seríamos conscientes de estar viviendo una mentira que nunca debió ser, o en una dimensión paralela de la verdadera realidad.

¿Quién será coNeandertal pensativonsiderado molesto, cuando se consiga viajar en el tiempo, por quienes tengan en su poder esta arma definitiva? Alguien a quien nosotros, su pasado, nunca llegaremos a conocer. Alguien cuya existencia fue sesgada de raíz. O alguien de cuya existencia sí sabemos y cuya extinción no conseguimos explicarnos: la otra especie humana con la que convivimos hasta su inexplicable desaparición.

Si la máquina del tiempo fuese propiedad de un fanático la tragedia sería apocalíptica. Aun así, esa es la clase de grandeza que merece la hazaña del viaje temporal. Sería patético abrir líneas temporales, con sus millones de clonadas personitas (Mmm, ¿y qué hacemos con el problema de las almas? ¿Tengo un alma en cada dimensión o un alma compartida? Esto último explicaría las premoniciones, los déjà vu…) por unos kilos de oro, unos paseos turísticos, un salvar a este o aquel personaje…

Existe la posibilidad de que una chica pelirroja de pecho robusto, mandíbula prominente y mayor capacidad craneal que la mía, sea mi mejor amiga en otra dimensión donde su especie, que aquí y ahora llamamos Neandertal, quizá, lidere el planeta. Le deseo una feliz y larga existencia, si es así.

Por mi parte, temo que tendremos que seguir en la dura ignorancia, sin la certidumbre, ni siquiera, de si nuestro pasado pudo ser alterado desde nuestro futuro.

 

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2 Responses to Introducción de mi próxima novela de ciencia ficción

  1. omeganexus 15/07/2014 at 06:15 #

    Si no mal recuerdo creo fue en el programa de El Explicador donde escuche que el viaje en el tiempo es posible a nivel de partículas mas no al de objetos complejos. Y que la forma en la que esto sería posible era muy similar a la descrita en algunos trabajos de ciencia ficción.

  2. Almudena 13/08/2014 at 20:23 #

    Estoy deseando leer ese viaje que ¿Ya has escrito? Este verano he estado con el maestro envenenador y me ha encantado. Cuando este proyecto ya esté listo, avisa.