Mi amigo Julio –pongamos– acaba de introducirse en el fascinante mundo de los lectores de libros electrónicos. Una amiga suya a la vanguardia de las nuevas tecnologías le habló de las excelencias del Kindle de Amazon y Julio decidió investigar.
A los tres días Julio le explicó a su amiga:
–Me encanta el sistema. Es facilísimo y entretenido buscar los libros y bajarlos al propio lector y hay montones de ellos a 9,99 dólares (unos 7 euros y medio), que es el máximo precio que me parece oportuno pagar (incluyendo el extra del maldito IVA y otras cruces que no sé de dónde salen con las que se me carga por ser europeo), ya que tendré que amortizar el Kindle en un máximo de un año (a fin de no morderme las uñas ante los nuevos y ventajosos modelos que todas las marcas sacarán en ese tiempo). Comprando 23 ebooks lo tendré amortizado (considerando que con los gastos de envío y la maldita aduana se me pondrá en 280 eurazos).
»Lo razono así:
»Un libro impreso está entre 8 (y casi todos los compro de estos, me gustan los libros consolidados, no los meteoritos comerciales) y 24 euros (que suelo dejar para Rita la Cantaora), con un núcleo abundante de 18 euros, que sí compro a veces. Precisamente ayer me llegó un libro impreso comprado a Amazon que me ha costado doce euros, gastos de envío incluidos, así que eso fija claramente mis expectativas.
»Naturalmente parto del precio más bajo para establecer lo que pagaría por una mercancía intangible que no va a adornar mi estantería y que encima no puedo prestar a familia y amigos a no ser que prescinda del propio lector (Si hay libros que pueden costar 8 euros ¿por qué no van a poder todos?), y de ahí resto un 30%, puesto que ellos no van a pagar papel ni distribución y yo voy a tener la extraña sensación de estar comprando tan sólo un mar de bits. Así que fijo el precio justo que estoy dispuesto a pagar en 5,80 euros (no es exactamente el 30% sino un poquito más, pero a mi psiquis le sigue pareciendo un buen precio).
»En un cálculo rápido llego a la conclusión de que con sólo comprarme 23 libros de los que costarían 18 euros en papel ya habría amortizado el invento. ¡Pan comido! En seis meses es cosa hecha.
»¿Por qué no le sumo el IVA? He leído en el blog de Trukis un truco para evitar los gastos añadidos. Te lo digo, pero no lo divulgues no se nos vaya a acabar el chollo.
Su amiga es consciente de que, debido a su entusiasmo, el razonamiento de Julio hace aguas por diversos flancos, pero como sabe también que su Kindle quedará amortizado mucho antes de los seis meses, le anima a adquirirlo. Si es preciso, ella le ofrecerá un poco de discreta guía.
Una semana después el Kindle ya obra en poder de Julio, pero su entusiasmo se ha marchitado:
–¡No me había fijado en que no venden casi nada en español, no sólo en Amazon sino en ninguna parte! –señala desolado–. Tengo el aparato ahí muerto de risa. He comprado algún libro en español que ya me he leído y un par de cosas en inglés para poder estrenarlo, pero me cuesta mucho entenderlas. ¡Y el aparato en sí me encanta, es estupendo leer en él! Estoy deseando darles mi dinero, ¿cómo es posible que nadie me ofrezca el servicio que demando?
–¿Por qué no miras en el blog de Trukis? –le recomendó su amiga–. Seguro que a muchas personas les ha pasado lo mismo que a ti y que el pueblo llano ha encontrado una solución para calmar sus ansias de lectura.
Durante dos meses su amiga no supo nada de Julio, hasta que un día recibió su llamada.
–¡Tía! –su voz sonaba entusiasmada–. ¡Que ya he amortizado el Kindle! A través del blog de Trukis encontré un montón de enlaces a sitios de descargas de libros gratis, todos actuales, no te vayas a creer. Ahora cuando quiero algo sólo pongo en Google el nombre del libro seguido de la palabra “descargar” o “bajar gratis” y me salen a millones. Estoy en la gloria. He encontrado libros que buscaba hacía siglos y estaban descatalogados; he descubierto autores que no conocía, obras de las que no había oído hablar, ¡e incluso libros que aún sólo se venden en inglés pero que ya han sido traducidos al español por la propia gente de las webs! ¡Ante mí se ha abierto un nuevo universo!
–¡Genial! –se alegra su amiga–. Por cierto, ¿sabes que ya pronto van a vender ebooks muchas editoriales españolas? Aunque parece que los precios no van a diferir demasiado de los de papel.
Julio se encoge de hombros y lanza una risita sardónica con un gesto entre “A buenas horas” y “A mí qué me importa”.
–La verdad es que aunque los vendieran a un euro ya no se los compraría. Lo siento pero soy humano y una vez que me he acostumbrado al filón de los libros gratis, con su catálogo tan rico y abundante como las editoriales no lograrán en lustros, ¿qué va a conseguir que me decante por pagar? Además, mientras las editoriales se lo han estado pensando he acaparado tantos libros que ya tengo lectura para mis tres próximas reencarnaciones. ¿Y encima dices que los precios son casi como en papel? ¡Eso es tener visión comercial! En España parece que intentasen desanimar a la gente de acostumbrarse a la lectura electrónica estableciendo precios absurdos, ¿será por las presiones de los libreros? Antes o después, las librerías van a desaparecer casi todas, igual que ocurrió con las agencias de viajes, y con el tiempo todas, por más que luchen con uñas y dientes. Deben de creer que porque ellos se empeñen acabaremos tragando y comprando en el formato que ellos quieran y al precio que quieran. ¡Que las fronteras se han disuelto en la nada, señores! ¡Que ya no tienen medios de imponernos nada! ¡O se avienen a ofrecernos precios justos o ahí se quedan!
La amiga de Julio no encuentra argumentos contrarios, pero se pregunta adónde conducirá aquello, si no se vislumbra un panorama apocalíptico en el que los escritores, al no obtener ninguna remuneración por su tiempo de escritura no tendrán tiempo para escribir.
–Lo siento por los escritores –se lamenta Julio con sinceridad, como si hubiese leído su mente–. Pero mientras el mercado editorial no se reinvente a sí mismo en lugar de limitarse a echar pequeños parches, mucha gente va a seguir mi mismo sendero. Estamos ante una revolución y quien no se suba al carro va a perecer bajo sus ruedas.
–Todavía hay mucha gente que desconoce todas las opciones –señala su amiga–, pero el número será cada vez menor. En la próxima generación esto será irreconocible. Hablando de otra cosa. Esta mañana recibí el té que pedí a esa tienda de Inglaterra. Te guardo una bolsa. Es mucho mejor que el que venden en esta ciudad, apenas más caro con los gastos de envío y me ahorro el tiempo de ir hasta el centro.
–Muchas gracias. Eso me recuerda que me llegaron los blu-rays que había encargado a esa tienda de Internet que me dijiste. ¿Sabes que cuestan 30 euros menos que en El Cuenco Escocés?
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